Bajando la guardia

Normalmente uno controla y maneja su vida. Decides cuándo, dónde, a qué hora y con quién. Decides qué hacer y qué no. Eso nos tranquiliza y da seguridad: sabernos controladores de nuestra vida. O bueno, al menos a mi me pasa.

Pero aveces ese control puede perderse en un pestañear, en una distracción. Igual y pudiera ser en un deseo reprimido, oculto, a dejar que las cosas fluyan solas por un instante. Y es cuando pasan "cosas". Sorpresas. Sucesos inesperados.

Es precisamente ahí que nos alarmamos.

Una distracción al volante a pesar del conocimiento pleno del camino puede llegar a volcarnos. Un parpadeo, un cabeceo puede involucrarnos en algo más serio. Un olvido, una pereza, nos llega a traer repercuciones inesperadas.

Y les llamamos "accidentes".
Algunos pueden ser terribles… Otros dan como resultado cosas maravillosas.
Como el arte, por ejemplo. Una mancha aquí, una nota acá, pudiera crear bellezas insospechadas. Inimaginables.

El asunto es que uno como ser humano no puede ser 100% perfecto en su control personal. Siempre existirán los parpadeos, las distracciones, los cabeceos. Y siempre tendremos un resultado de ello. Algunas veces malo, otras veces bueno, pero siempre inesperado.

Podremos llorar, arrepentirnos, alegrarnos, siempre asombrarnos, quizá reprocharnos. Pero el asunto es levantarnos. Aceptarlo, rearmar nuestras piezas y resolverlo. Enfrentarlo. Ya llegará el tiempo y nos hará solo recordarlo. Quizá para suspirarlo. Quizá para reírnos. 

Hoy toca disfrutarlo. Respirar profundamente y sentir que las piezas se están re-acomodando. El día de mañana será ayer.
Y la sonrisa será mas amplia que lo es ahora.
Y la sorpresa, el asombro dejará de serlo para convertirse en una maravilla natural. En un festejo. Una celebración.
En puro gozo.

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