Axul

Tomar un descanso después de salir de trabajar.  Sentarte sin prisas a tomar un café viendo pasar la gente. Sentir el viento en la cara.  Ver mecer los árboles. Impresionarte con el contraste del azul del cielo con los blancos algodones de nubes. No andar a las carreras. Ver las caras de las personas, sus modas y no modas. Reconocer desconocidos. Tomar instantáneas con el lente del móvil o el lente de tu memoria. Diferenciar cada ruido del entorno: sirena de bomberos, un carro destartalado andando, una plática al lado derecho entre un acento extranjero y otro local, una motoneta, la cafetera, las llantas sobre el pavimento, música de Sting, un teléfono, dos teléfonos (Mi teléfono. Era mi padre. Todo bien). Ver pasar parejas de muy diversos estilos: altas con bajos, gordos con delgadas, extranjeros con nacionales, rubios con morenas, niñas con niñas, niños buscando hombres y viceversa... Bien dicen que para (casi) todos hay. Pleitos, sonrisas solitarias, risotadas en grupo, esperas

Un día mi madre, después de haberle contado de mi divorcio, me dijo en tono irónico "qué bueno, a tí siempre te gustó estar sola". Nada más equivocado. Y en últimas fechas, en las pláticas con mi padre, se hace referencia a estar solo. Es cierto, nacimos solos y solos nos hemos de ir (en el mayor de los casos). Pero solos no nos hicimos. Se necesitaron dos para lograrlo. Y dos se necesitan para continuar las especies. Así que no comparto del todo la "teoría" esa de "mejor solos". A mí me gusta mucho compartir: el tiempo, el momento, las vivencias... No niego que es rico disfrutar los momentos de soledad; de hecho me parecen sanos y altamente recomendables (tardesita rica en la terraza de un café, escribiendo pensamientos y tomando un capuccino... por ejemplo). Pero no me pueden negar que es muy grato compartir incluso ese momento, más tarde, en la plática típica de "cómo te fué hoy?". Cada vez nos volvemos más y más intolerantes, má