El día en que me convertí en mi madre

Mi madre era una señora muy ocupada. Trabajaba desde temprano hasta tarde. Salía a dar clases, las más tempranas que podrían ser desde las 7 a.m. hasta la última hora, que podría terminar a las 9 p.m.
Aveces apenas si comía. Llegaba cansada de tantas clases y del camión.

Nosotras éramos dos adolescentes y una pequeña de primaria, así que ser estudiantes y "tutoras" de la pequeña se sumaba a lo típico de la edad. Dudas, soledad, incomprensión, enamoramientos exacerbados... No teníamos una mamá con quién platicar del primer contacto visual con el chico que nos gustaba, o de la dona que dejamos caer sobre él para conocerlo.

Todo era cumplir en casa, con la hermana pequeña e intentar no perder el corazón o la razón.

Mi madre no tenía tiempo o fuerzas para preguntarnos por nuestros sentimientos. Solo nos exigía o dejaba instrucciones para la comida del día siguiente.

Si platicábamos era para informarle sobre la escuela o de lo que había hecho la pequeña. Si pedíamos algún permiso tenía que ser con una semana mínimo de anticipación. Cero novios dentro de la casa. Los horarios a más tardar 8 p.m. todas cenando. Si algo no entendíamos o no estábamos conformes obteníamos el típico "cuando seas grande lo entenderás".

Ahora ya soy grande. Ahora lo entiendo. Ahora LA entiendo.

Ahora tengo una hija adolescente con la que me topo conmigo misma, con la que trato de explicarle como a mí no me explicaron, trato de acercarme como conmigo no se pudo como hubiera deseado y aún a pesar de los intentos, de los acercamientos, del montón de explicaciones no me ha quedado de otra que salir con el mismo "cuando seas grande lo entenderás", dándome por vencida y riéndome de mi misma al escucharme repetir lo que realmente no entendía cuando me lo decía mi madre.

Ahora me doy cuenta que me convertí en mi madre. Sin querer queriendo.

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